Durante el siglo XVII la posesión de un caballo generaba un cambio significativo en el estilo de vida ya que reducía los tiempos de viaje; facilitaba los deslazamientos y otorgaba prestigio al caballero que lo montaba. De esta manera surgió una cultura en torno al caballo y su indumentaria, que reflejaban identidad, por lo que toma mucha fuerza los oficios que pueden producir artefactos o ropaje tanto como para el animal como para quien lo cabalga.
Calificados como jinetes intrépidos desde las primeras crónicas coloniales, los huasos chilenos portan prendas cómodas, flexibles y abrigadoras para sus largas travesías a caballo por los campos del país. Desde la búsqueda de ese confort y protección se desprenden una a una las prendas del huaso, desde su poncho o chamanto, su sombrero, sus pierneras de cuero y zapatos, elementos que les permiten realizar todas las tareas que deben desempeñar.
Para la confección de la indumentaria, así como de los aperos para montar a caballo existió una importante industria talabartera en la región. La talabartería, desarrollada desde época colonial, fue un ramo floreciente en la mayoría de las ciudades de Chile. Las haciendas y fundos contaban con sus propios artesanos especialistas en el tratamiento del cuero para la realización del calzado huaso, monturas, riendas, cabezadas, bozalillos, maneas y fusta.
Las chupallas son sombreros campesinos de fibras trenzadas muy difundidos a lo largo de nuestro país, especialmente en el Valle Central. Representan un producto típico asociado íntimamente a la tenida clásica del huaso chileno. Junto a las chamanteras de Doñihue, las espuelas de plata, las chupallas representan un símbolo de distinción como tenida típica chilena. Son, además, protectores de elementos climáticos en las largas travesías a caballo.
Durante el siglo XVII la posesión de un caballo generaba un cambio significativo en el estilo de vida ya que reducía los tiempos de viaje; facilitaba los deslazamientos y otorgaba prestigio al caballero que lo montaba. De esta manera surgió una cultura en torno al caballo y su indumentaria, que reflejaban identidad, por lo que toma mucha fuerza los oficios que pueden producir artefactos o ropaje tanto como para el animal como para quien lo cabalga.
Calificados como jinetes intrépidos desde las primeras crónicas coloniales, los huasos chilenos portan prendas cómodas, flexibles y abrigadoras para sus largas travesías a caballo por los campos del país. Desde la búsqueda de ese confort y protección se desprenden una a una las prendas del huaso, desde su poncho o chamanto, su sombrero, sus pierneras de cuero y zapatos, elementos que les permiten realizar todas las tareas que deben desempeñar.
Para la confección de la indumentaria, así como de los aperos para montar a caballo existió una importante industria talabartera en la región. La talabartería, desarrollada desde época colonial, fue un ramo floreciente en la mayoría de las ciudades de Chile. Las haciendas y fundos contaban con sus propios artesanos especialistas en el tratamiento del cuero para la realización del calzado huaso, monturas, riendas, cabezadas, bozalillos, maneas y fusta.
Las chupallas son sombreros campesinos de fibras trenzadas muy difundidos a lo largo de nuestro país, especialmente en el Valle Central. Representan un producto típico asociado íntimamente a la tenida clásica del huaso chileno. Junto a las chamanteras de Doñihue, las espuelas de plata, las chupallas representan un símbolo de distinción como tenida típica chilena. Son, además, protectores de elementos climáticos en las largas travesías a caballo.
Durante el siglo XVII la posesión de un caballo generaba un cambio significativo en el estilo de vida ya que reducía los tiempos de viaje; facilitaba los deslazamientos y otorgaba prestigio al caballero que lo montaba. De esta manera surgió una cultura en torno al caballo y su indumentaria, que reflejaban identidad, por lo que toma mucha fuerza los oficios que pueden producir artefactos o ropaje tanto como para el animal como para quien lo cabalga.
Calificados como jinetes intrépidos desde las primeras crónicas coloniales, los huasos chilenos portan prendas cómodas, flexibles y abrigadoras para sus largas travesías a caballo por los campos del país. Desde la búsqueda de ese confort y protección se desprenden una a una las prendas del huaso, desde su poncho o chamanto, su sombrero, sus pierneras de cuero y zapatos, elementos que les permiten realizar todas las tareas que deben desempeñar.
Para la confección de la indumentaria, así como de los aperos para montar a caballo existió una importante industria talabartera en la región. La talabartería, desarrollada desde época colonial, fue un ramo floreciente en la mayoría de las ciudades de Chile. Las haciendas y fundos contaban con sus propios artesanos especialistas en el tratamiento del cuero para la realización del calzado huaso, monturas, riendas, cabezadas, bozalillos, maneas y fusta.
Las chupallas son sombreros campesinos de fibras trenzadas muy difundidos a lo largo de nuestro país, especialmente en el Valle Central. Representan un producto típico asociado íntimamente a la tenida clásica del huaso chileno. Junto a las chamanteras de Doñihue, las espuelas de plata, las chupallas representan un símbolo de distinción como tenida típica chilena. Son, además, protectores de elementos climáticos en las largas travesías a caballo.