Cuando tengo el maní de Corcolén, o cualquier otro, lo echo crudo a un tostador. Ahí enciendo el fuego para que comience a calentarse y empiezo a dar vueltas a la manivela del canasto para que gire y vaya tostando el maní por todos lados. Debe ser de manera constante, por alrededor de cincuenta minutos. Hay que chequearlo sí, para estar seguro de que el maní esté bien tostado. Cuando ya está listo, lo envaso y salgo a vender en mi vagón.
Para hacer maní salado, primero lo debo dejar en el tostador. Después comienzo a agitarlo bruscamente hasta que suelte la piel. De esta manera se limpia rápidamente. Una vez limpio, lo saco y coloco en una fuente para que la sal se adhiera bien. Para ello utilizo un poco de mantequilla. Así hago el maní salado, después lo envaso y queda listo para salir a venderlo en el carrito. A la gente le gusta mucho este maní, el salado.
Para hacer el tradicional maní confitado, ese que, por generaciones ha sido consumido especialmente por los niños, se realiza con el maní crudo, sin tostar. Su proceso es más sencillo, ya que solo se coloca en una olla, se le agrega azúcar y se le debe dar el punto. Eso sí, hay que estar muy atento en este proceso, porque la azúcar es caprichosa y puede quemarse. En mis inicios, quemé el confitado varias veces.
El sonido del manicero es característico. Anuncia a toda voz que el maní calientito está llegando al pueblo. Por la pequeña chimenea del carrito manicero sale alegremente el humo, como si fuera una pequeña locomotora. A los padres les trae recuerdos de infancia y salen con sus hijos a comprar felices el maní. Allí se encuentran con un vagón pintoresco, hecho de materiales reciclados, que mantiene el espíritu de los carritos maniceros de antes.
Cuando tengo el maní de Corcolén, o cualquier otro, lo echo crudo a un tostador. Ahí enciendo el fuego para que comience a calentarse y empiezo a dar vueltas a la manivela del canasto para que gire y vaya tostando el maní por todos lados. Debe ser de manera constante, por alrededor de cincuenta minutos. Hay que chequearlo sí, para estar seguro de que el maní esté bien tostado. Cuando ya está listo, lo envaso y salgo a vender en mi vagón.
Para hacer maní salado, primero lo debo dejar en el tostador. Después comienzo a agitarlo bruscamente hasta que suelte la piel. De esta manera se limpia rápidamente. Una vez limpio, lo saco y coloco en una fuente para que la sal se adhiera bien. Para ello utilizo un poco de mantequilla. Así hago el maní salado, después lo envaso y queda listo para salir a venderlo en el carrito. A la gente le gusta mucho este maní, el salado.
Para hacer el tradicional maní confitado, ese que, por generaciones ha sido consumido especialmente por los niños, se realiza con el maní crudo, sin tostar. Su proceso es más sencillo, ya que solo se coloca en una olla, se le agrega azúcar y se le debe dar el punto. Eso sí, hay que estar muy atento en este proceso, porque la azúcar es caprichosa y puede quemarse. En mis inicios, quemé el confitado varias veces.
El sonido del manicero es característico. Anuncia a toda voz que el maní calientito está llegando al pueblo. Por la pequeña chimenea del carrito manicero sale alegremente el humo, como si fuera una pequeña locomotora. A los padres les trae recuerdos de infancia y salen con sus hijos a comprar felices el maní. Allí se encuentran con un vagón pintoresco, hecho de materiales reciclados, que mantiene el espíritu de los carritos maniceros de antes.
Cuando tengo el maní de Corcolén, o cualquier otro, lo echo crudo a un tostador. Ahí enciendo el fuego para que comience a calentarse y empiezo a dar vueltas a la manivela del canasto para que gire y vaya tostando el maní por todos lados. Debe ser de manera constante, por alrededor de cincuenta minutos. Hay que chequearlo sí, para estar seguro de que el maní esté bien tostado. Cuando ya está listo, lo envaso y salgo a vender en mi vagón.
Para hacer maní salado, primero lo debo dejar en el tostador. Después comienzo a agitarlo bruscamente hasta que suelte la piel. De esta manera se limpia rápidamente. Una vez limpio, lo saco y coloco en una fuente para que la sal se adhiera bien. Para ello utilizo un poco de mantequilla. Así hago el maní salado, después lo envaso y queda listo para salir a venderlo en el carrito. A la gente le gusta mucho este maní, el salado.
Para hacer el tradicional maní confitado, ese que, por generaciones ha sido consumido especialmente por los niños, se realiza con el maní crudo, sin tostar. Su proceso es más sencillo, ya que solo se coloca en una olla, se le agrega azúcar y se le debe dar el punto. Eso sí, hay que estar muy atento en este proceso, porque la azúcar es caprichosa y puede quemarse. En mis inicios, quemé el confitado varias veces.
El sonido del manicero es característico. Anuncia a toda voz que el maní calientito está llegando al pueblo. Por la pequeña chimenea del carrito manicero sale alegremente el humo, como si fuera una pequeña locomotora. A los padres les trae recuerdos de infancia y salen con sus hijos a comprar felices el maní. Allí se encuentran con un vagón pintoresco, hecho de materiales reciclados, que mantiene el espíritu de los carritos maniceros de antes.