A mediados de la década de los ‘70 un grupo de mujeres de Lihueimo fueron reclutadas por la antigua dueña del fundo que lleva el nombre de la localidad. Doña María Mackenna Errázuriz, les enseñó el oficio y las mujeres comenzaron a inspirase en sus vidas, en las escenas del día a día que replicaron, dando vida a estas piezas de greda policromáticas con una mirada limpia y honesta del campo, las que hasta hoy mantienen una estética sin igual.
Al comienzo las cerámicas cumplieron un rol utilitario, las alfareras elaboraban platos y jarros, pero las madres comenzaron a crear animales domésticos para sus hijos pequeños. Así dieron vida a pollos y corderos que llevaban posteriormente como ofrenda a la novena del niño Dios que fue rescatada por el centro de madres. Luego, el recuerdo de los animales del campo hizo que comenzaran a aparecer maravillosamente en sus recreaciones locales.
Para hacer una figura se debe modelar y dejar cuatro días en la sombra sin que entre aire, y después se deja de cuatro a cinco días al sol. La quema se hace sobre un brasero. Se ponen las figuras en las brasas y se cubren con las brasas prendidas. Se coloca más carbón apagado para que se encienda durante la noche. En la mañana se sacan y están aún calientes, aunque las brasas se han apagado. Se dejan enfriar afuera y luego se pintan.
La técnica del pintado es muy simple, originalmente lo hacíamos con tierras de color, pero luego, y por la premura del tiempo, fuimos incorporando otras pinturas, las que mezclamos con clara de huevo para darle más brillo y proteger mejor las piezas. La selección de los colores tiene que ver con los recuerdos del campo, sin mayor pretensión que eso, buscamos que el color les otorgue vida a las piezas, casi como una fiesta campesina llena de colores.
A mediados de la década de los ‘70 un grupo de mujeres de Lihueimo fueron reclutadas por la antigua dueña del fundo que lleva el nombre de la localidad. Doña María Mackenna Errázuriz, les enseñó el oficio y las mujeres comenzaron a inspirase en sus vidas, en las escenas del día a día que replicaron, dando vida a estas piezas de greda policromáticas con una mirada limpia y honesta del campo, las que hasta hoy mantienen una estética sin igual.
Al comienzo las cerámicas cumplieron un rol utilitario, las alfareras elaboraban platos y jarros, pero las madres comenzaron a crear animales domésticos para sus hijos pequeños. Así dieron vida a pollos y corderos que llevaban posteriormente como ofrenda a la novena del niño Dios que fue rescatada por el centro de madres. Luego, el recuerdo de los animales del campo hizo que comenzaran a aparecer maravillosamente en sus recreaciones locales.
Para hacer una figura se debe modelar y dejar cuatro días en la sombra sin que entre aire, y después se deja de cuatro a cinco días al sol. La quema se hace sobre un brasero. Se ponen las figuras en las brasas y se cubren con las brasas prendidas. Se coloca más carbón apagado para que se encienda durante la noche. En la mañana se sacan y están aún calientes, aunque las brasas se han apagado. Se dejan enfriar afuera y luego se pintan.
La técnica del pintado es muy simple, originalmente lo hacíamos con tierras de color, pero luego, y por la premura del tiempo, fuimos incorporando otras pinturas, las que mezclamos con clara de huevo para darle más brillo y proteger mejor las piezas. La selección de los colores tiene que ver con los recuerdos del campo, sin mayor pretensión que eso, buscamos que el color les otorgue vida a las piezas, casi como una fiesta campesina llena de colores.
A mediados de la década de los ‘70 un grupo de mujeres de Lihueimo fueron reclutadas por la antigua dueña del fundo que lleva el nombre de la localidad. Doña María Mackenna Errázuriz, les enseñó el oficio y las mujeres comenzaron a inspirase en sus vidas, en las escenas del día a día que replicaron, dando vida a estas piezas de greda policromáticas con una mirada limpia y honesta del campo, las que hasta hoy mantienen una estética sin igual.
Al comienzo las cerámicas cumplieron un rol utilitario, las alfareras elaboraban platos y jarros, pero las madres comenzaron a crear animales domésticos para sus hijos pequeños. Así dieron vida a pollos y corderos que llevaban posteriormente como ofrenda a la novena del niño Dios que fue rescatada por el centro de madres. Luego, el recuerdo de los animales del campo hizo que comenzaran a aparecer maravillosamente en sus recreaciones locales.
Para hacer una figura se debe modelar y dejar cuatro días en la sombra sin que entre aire, y después se deja de cuatro a cinco días al sol. La quema se hace sobre un brasero. Se ponen las figuras en las brasas y se cubren con las brasas prendidas. Se coloca más carbón apagado para que se encienda durante la noche. En la mañana se sacan y están aún calientes, aunque las brasas se han apagado. Se dejan enfriar afuera y luego se pintan.
La técnica del pintado es muy simple, originalmente lo hacíamos con tierras de color, pero luego, y por la premura del tiempo, fuimos incorporando otras pinturas, las que mezclamos con clara de huevo para darle más brillo y proteger mejor las piezas. La selección de los colores tiene que ver con los recuerdos del campo, sin mayor pretensión que eso, buscamos que el color les otorgue vida a las piezas, casi como una fiesta campesina llena de colores.