El ciclo del tomate es interesante de conocer. La primera etapa comienza cuando la última termina. Es curioso, pero así de perfecta es la naturaleza. Al cosechar un tomate se le extraen las semillas, las que se secan y siembran a fines de septiembre, cuando la primavera está instalada en gloria y majestad. Ahí se hacen los almácigos y se espera a que germine la planta, las que una vez crecidas serán devueltas a la tierra, a su lugar de origen.
Hay que preparar la tierra para que esté rica en nutrientes al recibir la planta. Para asegurarme de que eso ocurra coloco un compost que consigo de los desechos orgánicos. En el momento en que las plantitas se ponen en la tierra, deben amarrarse, para que al crecer se expandan sus hojas y otorguen sombra a las raíces y, posteriormente, a los frutos. Así evito que el sol las queme. Otra opción es obtener sombra intercalando hileras de maíz.
Al masticar un tomate renguino, serás transportado por su aroma y sabor a los tiempos de tu infancia. Su sabor es único, inconfundible. Saborea un plato de porotos con mazamorra, una cazuela de vacuno o de pollo o el plato que más te guste, y acompáñalo con una ensalada de este tomate, entenderás por qué este fruto es tan deseado en nuestro territorio; y sabrás el motivo por el cual mis clientes recorren cientos de kilómetros durante el verano.
Soy un agricultor que lucha por mantener vivo los sabores tradicionales de mi pueblo. Alguna vez el tomate hizo grande a Rengo, formó parte de su escudo de armas. El tomate renguino o Yuco está ligado a la vida de nuestra zona; su memoria se mantiene vigente en los paladares de las diferentes generaciones del territorio. “Don José, vengo a comprarle este tomate, porque era el que me hacía mi abuela”, me dicen a menudo. Y es un honor.
El ciclo del tomate es interesante de conocer. La primera etapa comienza cuando la última termina. Es curioso, pero así de perfecta es la naturaleza. Al cosechar un tomate se le extraen las semillas, las que se secan y siembran a fines de septiembre, cuando la primavera está instalada en gloria y majestad. Ahí se hacen los almácigos y se espera a que germine la planta, las que una vez crecidas serán devueltas a la tierra, a su lugar de origen.
Hay que preparar la tierra para que esté rica en nutrientes al recibir la planta. Para asegurarme de que eso ocurra coloco un compost que consigo de los desechos orgánicos. En el momento en que las plantitas se ponen en la tierra, deben amarrarse, para que al crecer se expandan sus hojas y otorguen sombra a las raíces y, posteriormente, a los frutos. Así evito que el sol las queme. Otra opción es obtener sombra intercalando hileras de maíz.
Al masticar un tomate renguino, serás transportado por su aroma y sabor a los tiempos de tu infancia. Su sabor es único, inconfundible. Saborea un plato de porotos con mazamorra, una cazuela de vacuno o de pollo o el plato que más te guste, y acompáñalo con una ensalada de este tomate, entenderás por qué este fruto es tan deseado en nuestro territorio; y sabrás el motivo por el cual mis clientes recorren cientos de kilómetros durante el verano.
Soy un agricultor que lucha por mantener vivo los sabores tradicionales de mi pueblo. Alguna vez el tomate hizo grande a Rengo, formó parte de su escudo de armas. El tomate renguino o Yuco está ligado a la vida de nuestra zona; su memoria se mantiene vigente en los paladares de las diferentes generaciones del territorio. “Don José, vengo a comprarle este tomate, porque era el que me hacía mi abuela”, me dicen a menudo. Y es un honor.
El ciclo del tomate es interesante de conocer. La primera etapa comienza cuando la última termina. Es curioso, pero así de perfecta es la naturaleza. Al cosechar un tomate se le extraen las semillas, las que se secan y siembran a fines de septiembre, cuando la primavera está instalada en gloria y majestad. Ahí se hacen los almácigos y se espera a que germine la planta, las que una vez crecidas serán devueltas a la tierra, a su lugar de origen.
Hay que preparar la tierra para que esté rica en nutrientes al recibir la planta. Para asegurarme de que eso ocurra coloco un compost que consigo de los desechos orgánicos. En el momento en que las plantitas se ponen en la tierra, deben amarrarse, para que al crecer se expandan sus hojas y otorguen sombra a las raíces y, posteriormente, a los frutos. Así evito que el sol las queme. Otra opción es obtener sombra intercalando hileras de maíz.
Al masticar un tomate renguino, serás transportado por su aroma y sabor a los tiempos de tu infancia. Su sabor es único, inconfundible. Saborea un plato de porotos con mazamorra, una cazuela de vacuno o de pollo o el plato que más te guste, y acompáñalo con una ensalada de este tomate, entenderás por qué este fruto es tan deseado en nuestro territorio; y sabrás el motivo por el cual mis clientes recorren cientos de kilómetros durante el verano.
Soy un agricultor que lucha por mantener vivo los sabores tradicionales de mi pueblo. Alguna vez el tomate hizo grande a Rengo, formó parte de su escudo de armas. El tomate renguino o Yuco está ligado a la vida de nuestra zona; su memoria se mantiene vigente en los paladares de las diferentes generaciones del territorio. “Don José, vengo a comprarle este tomate, porque era el que me hacía mi abuela”, me dicen a menudo. Y es un honor.